Dejar de Ser Superwoman: Encontrando la Compasión en Estar Presente
- Gina Lacayo
- May 31, 2024
- 5 min read
Updated: Nov 3, 2024
Reflexiones sobre el cansancio de querer Ser, el legado de una madre, y el las ganas de Estar presente para las personas que amo.

Ya no quiero ser superwoman. Antes me aterraba la idea de ser mediocre, y me esforcé por destacar en todo hasta quedar exhausta. Ahora solo deseo estar. Dejarme llevar por la vida, ocupar el lugar que me toque, en mi sillón, junto a la foto de mi madre que me mira desde el cielo, entre recuerdos, diarios, cartas, libros y lapiceros. Solo estar, con la pluma en la mano y el cuaderno sobre la mesa. Me reconozco en el acto de escribir, de sentir, de llorar y fluir sobre el papel. La ambición de ser me agotó; buscar ser superwoman, aún más. Es un sacrificio que va contra mi naturaleza.
Pensando en lo difícil que es querer ser y hacer todo bien: madre, mujer, esposa, profesional, amiga... llamé a mi madre entre lágrimas: “Mamá, consolame, sentate al lado de mi cama y acariciame la cabeza, dame tu compasión como siempre lo hiciste y nunca valoré lo suficiente”. Comprendí en un sollozo que la madre es fuente de compasión.
Mi madre me entregó desde el primer instante un manantial de amor y gentileza. Demoré en darme cuenta. Entonces le dije: “Perdoname, mamá, por no ser compasiva, por pedirte ser una superwoman y no dejarte estar triste cada vez que salíamos del consultorio con un diagnóstico médico negativo. Perdoname por presionarte para que buscaras alternativas en lugar de acariciarte la cabeza, abrazarte y permitirte llorar ante la noticia. Disculpame por hacerme la fuerte y querer tapar la realidad con frases no compasivas “Ya sabíamos, ya viene diciendo eso el doctor, no es nada nuevo…”. Cuánta necesidad tenía de que fueras una superwoman y te curaras del cáncer con medicina o con chamanes, con hierbas o rezando. Disculpame, mamá, me falló la compasión. Me faltó estar con vos, sin hablar, sin planear, sin querer ser o hacer.
Encuentro consuelo al pensar que aún puedo estar con vos, aunque ya no en la materia terrenal, sí en la sutileza universal. Todavía puedo salir al jardín como vos hacías, y ahí sentirte y sentirme, y ser yo para vos. Aún puedo sentarme en mi sofá al lado de tu retrato y conversar ante la compasión de tu mirada y tu sonrisa. Aún puedo estar con tu energía y tu recuerdo, con tus palabras en el corazón.
Te cuento, mamá. Pasé varias semanas sin ánimo, sintiéndome estancada, sin norte, sin visitarte ni en tu retrato ni en mi corazón, sin visitar mis trazos de dibujos ni mis plantas, sin salir a respirar naturaleza y sol. Entonces, durante un evento escolar de Felipe, que era en un lindo parque, me acerqué a un árbol, apoyé la mano en su tronco y le dije: “¿Dónde están mis raíces? ¿Dónde está mi mamá? ¿Dónde estoy yo? Ando lejos de mí. Ayúdame”. Y él me contestó: “En tus manos. Tus raíces están en tus manos”. Le agradecí y me fui a caminar por un sendero, mientras Felipe atendía su evento.
Mis manos son mis raíces, me conectan. Con cada palabra me sumerjo en una red que me enlaza con todo y con todos. Con razón escribo a mano, mis letras. Las raíces vivas de mi ecosistema se entrelazan con un sinfín de palabras en un lenguaje universal. Sabía que del universo fluyen los mensajes, ideas, historias y en el cuerpo se refugian los recuerdos, pero ignoraba que era a través de mis manos y de los trazos que nacen de mis diseños, que esos mensajes se conectan a la energía de la tierra. Me llegan como magia invisible, energía delicada que yo devuelvo dibujando palabras en la hoja. Materializando susurros. En cada letra se renuevan mis lazos terrenales.
Me encantaba contarte estos descubrimientos, mamá, vos siempre me escuchabas y me decías: “Yo quiero vivir eso también”. No me veías como loca, me entendías. Me consuela saber que te di un poco de esa experiencia al compartirte mis anécdotas, aprendizajes y mi manera de ver la vida, siempre cambiante.
Pero también me queda una tristeza, mamá, el no haberte extrañado más cuando estabas viva. Me queda el dolor de no haber esperado con más anhelo tus visitas desde Nicaragua hasta San Francisco, porque tenía la certeza de que siempre te iba a ver. Me queda la tristeza de no haber deseado compartir más cosas con vos, llamarte o contestarte el teléfono con más entusiasmo. Me queda el mal sabor de no haber querido escuchar tu consejo cuando sabía que me lo darías. Ahora hago todo lo que me decías. Me lavo el rostro y me seco con un Kleenex y no con la toalla de manos que, aunque la cambie a diario, siempre está sucia. Tal como me recomendaste, gracias a eso se me han quitado aquellos puntitos rojos que tenía en las mejillas, aunque durante años te porfié que no lo haría, te dije que eras necia, que eso era cosa tuya y otros pretextos más, gastando dinero en cremas que no me servían porque el problema era la toalla sucia. Todo por no querer escucharte. Ahora cada mañana te agradezco en silencio por el tip del Kleenex.
¿Por qué no lo hice antes? Me duele aceptar que te contrarié tanto y, a diferencia de vos, yo sí te vi como una loca y te lo hice saber. Como con el pan en la congeladora. No te acepté nunca que era la mejor manera de conservarlo y que sabía hasta mejor una vez calentado. Ahora ahí tengo mi pan tieso en la nevera, lo pongo en el tostador unos minutos y sabe igual o aún mejor. Ya no tengo que estar botando pan con moho por haberlo dejado afuera. Quisiera haberlo hecho cuando me podías ver y, aunque sé que ahorita estás orgullosa de vos por enseñarme y de mí por aprender, quisiera haberlo compartido cuando podía escuchar tu voz. Seguro me habrías dicho: “Viste, te lo dije muchachita”.
Me hubiera gustado extrañarte más en vida, sorprenderme, emocionarme cada día con vos y por vos. Quisiera haberme alegrado con tu presencia, tus palabras, tus consejos. Echarte de menos cuando, a causa de la distancia, no te veía por largos meses. Me queda de lección extrañar a Ricardo cuando sale de compras, cuando va a un paseo, cuando no lo veo en todo el día y a los niños cuando van a la escuela, pensar en ellos. ¿Qué están haciendo, cómo se sienten? Extrañarlos, querer que vuelvan pronto. Pensar más y sentir a las personas que amo y que no están cerca en este momento. Ser consciente de que la vida es frágil y pueden no regresar.
Mamá, ahora te platico como antes, pero te escucho más. ¿Podés creer, mamá, que estamos entrando al primer año de tu muerte y al mes en que va a nacer mi tercer hijo? Junio, para mí, un mes de vida y de muerte. Y de vida y vida. Su alma está por entrar al plano terrenal, que es el camino a la vida eterna de la que vos ya gozás, y no es casualidad. Aprendí en este último año a abrazar más, consentir con alegría, esperar con entusiasmo, amar sin condiciones y extrañar en vida.
Para meditar
¿En qué momentos de tu vida te has sentido presionada de ser “superwoman”?
¿Cómo practicas la compasión hacia ti y hacia los demás?
¿Qué lecciones valiosas te han dejado las personas que ya no están contigo?
Gracias por escribir este mensaje y poder expresarlo. Tú Mamá está a tu lado siempre no la podes ver pero si sentir su presencia . Tu Mamá siempre estaba orgullosa de tus tus logros .
Increiblemente orgullosa de vos, y segurisima que mi mama tambien lo está, como siempre lo estuvo.
Que belleza gracias por ser tan humana ❤️🫂 Tu mami está desde arriba muy orgullosa de vos.