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Gina Lacayo

Explorando la Renegade Crafts fair


Mi nuevo print: Flores prensadas por Adriane C.

El domingo fui sola a la Renegade Crafts, una feria de artes y manualidades, con el único propósito de explorar y hacer honor a mi predicamento de: curiosa exploradora. Para entrar, tuve que hacer una fila larguísima. Había mucha gente y una gran cantidad de stands que exponían todo tipo de cosas. Lo primero que vi fue uno de flores enormes de papel, con las cuales hicieron lindos arreglos. Al lado, vi un kiosco donde te tomaban una foto y te leían el aura. Me arrepiento de no haberme detenido allí; habría sido una experiencia interesante.


A medida que avanzaba, vi joyas, velas, ropa de bambú, cuadros y más, todo hecho a mano por artistas del Bay Area de San Francisco. A pesar de lo tentador que era acercarme, me sentí distante, incluso antipática. Evitaba el contacto con los artistas, temía que al mostrar interés me invitaran a conversar. Me preguntaba qué podría decirles, qué habría de común entre ellos y yo.


Así que decidí cambiar mi enfoque. Me concentré en observar los diferentes diseños de logos. Aquí puedo encontrar inspiración, pensé, y después de ver unos treinta logos, reafirmé mi teoría de que un logo es solo un identificador. Como diseñadora, creo firmemente que un logo existe para identificar a la empresa, no para contar una historia ni transmitir los valores, misión, visión o pasado de una marca. Es simplemente un símbolo. De ahí el nombre “logo”. Debemos dejar de darle tanto peso al logo y prestar más atención al producto o servicio y a cómo se cuenta su historia.


Muy pocos o ningún logo en la feria de arts and crafts estaba ahí para contarme una historia. Para eso, pensé, estaba el artista. Pero me di cuenta de que, en realidad, tampoco era el artista quien lo hacía. Fueron los productos los que comenzaron a hablarme directamente. No el logo, ni el kiosco, ni siquiera el creador. Fue un momento de revelación: mientras observaba, apreciaba y tocaba los productos, la historia cobraba vida. Una historia que existía solo entre el producto y yo, en la intimidad de ese encuentro, lejos del artista y aún más lejos de su logotipo. Es como mi escritura: es ella la que cuenta la historia que el lector quiere escuchar. La conexión es con las palabras, no conmigo, ni con la portada de mi libro, ni con el arte que escojo para mis publicaciones en redes sociales. Todo tiene valor, claro, pero en mi caso, las redes y la portada del libro son el estante en el que se exhibe mi creación.


Había recorrido la feria en ese mood distante, viendo sin interactuar, en menos de una hora. Entonces regresé al primer kiosko y comencé mi recorrido nuevamente, esta vez tratando de interactuar más, prestando atención también a los artistas. Algunos parecían indiferentes, alejados de sus creaciones, absortos en sus celulares o en sus pensamientos, otros observaban la multitud con una mezcla de cansancio, esperanza y, quizás, duda. Entonces, algo cambió en mí. Me relajé, me acerqué más, me atreví a tocar, a probarme cosas y a hablar con los artistas. Les decía: “qué lindo”, “qué original”, “felicidades, me encanta”. Finalmente, me detuve en un kiosco de una chica que hacía cuadros con flores prensadas. Me tomé mi tiempo para escoger mi print favorito, elogiar a la artista y pagar. Esa fue mi última parada.


Me fui de la feria satisfecha, feliz por haberme permitido ese momento en solitario, por haberme acercado a las obras y, al final, por haber comprado algo que realmente aprecié. Fue una gran experiencia. Exploré más de lo que imaginaba. Y esto es lo interesante de explorar: que uno descubre de todo. Y entre todo, aprendí de mí, de otros, de arte y de flores prensadas en libros de universidad durante todo un año, con las cuales se hacen cuadros y, de ellos, prints, uno de los cuales ahora está en mi casa.


¿Y las flores, cómo llegaron ahí? Explorando. Explorando el prado, las floristerías, los jardines, observando sus formas, escogiendo colores, prensando delicadamente cada una entre las hojas de inmensos libros y teniendo mucha paciencia para armar con ellas un diseño que, a su tiempo, cautivara a la persona indicada para darle espacio en su vida. 

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